¿ES POSIBLE UN DIÁLOGO Y UNA NEGOCIACIÓN CON LA GUERRILLA DEL EPL?
El 1 de marzo de 1991, con un calor sofocante, colmados de esperanza en el futuro, alrededor de doscientos guerrilleros y guerrilleras de los frentes Libardo Mora Toro y Ramón Gilberto Barbosa del EPL, hicieron dejación de armas en un acto político realizado en la casa natal del general Santander, en el municipio de Villa del Rosario.
Dos meses antes cerca de cincuenta guerrilleros, aprovechando la oscuridad de la noche abandonaron el campamento en donde se encontraban establecidos en el corregimiento de Campo Giles, municipio de Tibú, dejando una carta a sus compañeros de lucha, en el que manifestaban no querer perjudicarlos, pero habían tomado la decisión de continuar la lucha armada al no estar de acuerdo con el proceso de negociación que se adelantaba con el gobierno nacional.
Este hecho marcaría definitivamente la vida de Víctor Ramón Navarro Serrano “Megateo”, que a la fecha debía tener 15 años, por quien en la actualidad el gobierno de los Estados Unidos ofrece cinco millones de dólares y el gobierno colombiano dos mil millones de pesos, pero que ya conocía no solo las organizaciones guerrilleras que operaban en el municipio de San Calixto, su tierra natal, sino los vericuetos de la guerra.
Allí precisamente fue donde a principios de los años ochenta, surgió el EPL, al crear la primera guerrilla local. Una región compuesta por los municipios de Ocaña, Hacarí y San Calixto. Una tierra hermosa de gente buena y trabajadora, que no ha dejado de sufrir las consecuencias del conflicto armado y el abandono gubernamental.
Municipios que junto a El Tarra y La Playa, siguen siendo los sitios predilectos y la retaguardia estratégica del EPL y de Megateo. Pero que desde la época del surgimiento de esta guerrilla hasta el presente, las cosas han cambiado poco.
Los niveles de pobreza continúan en aumento (80 y 90%). Gran parte del sector rural sigue sin energía eléctrica. La mayoría de las escuelas se encuentran en mal estado. Su red vial, no solo se encuentra deteriorada sino en pésimas condiciones y en algunas ocasiones la comunidad debe cobrar el escaso tránsito vehicular por allí para realizar su mantenimiento. La cobertura rural de acueducto se encuentra entre el 21 y el 24% y el alcantarillado entre el 3 y el 7%. El déficit de vivienda rural de San Calixto, Hacarí y La Playa se encuentra entre el 78 y el 95% y las tasas de analfabetismo rondan el 37%.
Esta es la subregión occidental del departamento Norte de Santander, cuyos habitantes le han dedicado toda su vida a trabajar la tierra, en las peores condiciones. Sacan yuca, café y fríjol principalmente, en tierra de nadie. Sin la presencia del estado y con el acoso de todo tipo de violencia: la del 48, la de las guerrillas modernas, los paramilitares y las grandes operaciones militares de la fuerza pública.
Los cultivos de hoja de coca llegaron aquí recientemente, más que todo producto del efecto “globo”; denominación empleada para comprobar el fracaso de la estrategia de las fumigaciones con glifosato, para este caso en el municipio de Tibú, antigua zona cocalera cuyo epicentro era el corregimiento de La Gabarra.
Esta estrategia además de costosa, riesgosa y ambientalmente negativa, elimina los cultivos ilícitos y también los de pan coger, pero que al no tratarse el problema de manera integral, estos se trasladan a nuevas áreas en donde tradicionalmente no existían y así sucesivamente el ciclo se repite
Esta, a diferencia de otras regiones, no es una zona colonizada por personas atraídas por la coca. Al contrario, sus habitantes han estado aquí por generaciones, tratando de sacar adelante sus proyectos de vida, a través de los que siempre han hecho: cultivar la tierra. Son familias ancestrales, pobres desde que nacieron, han pedido en decenas de ocasiones al gobierno nacional alternativas para dejar de cultivar, pues ellos saben muy bien que son la cadena más débil del circuito, que no van a salir de pobres y que son los que llevan la peor parte.
A partir del año 2000, las operaciones de erradicación forzada a través de la fumigación con glifosato adelantadas por la Policía Nacional en el alto Catatumbo, la desmovilización de las AUC, los planes de sustitución de cultivos, la judicialización a los cultivadores y las operaciones policiales y militares adelantadas contra el narcotráfico en la región, bajaron ostensiblemente las áreas de cultivo en este municipio, pero también lograron que estos se trasladaran a nuevas zonas como los municipios de la provincia de Ocaña.
Los cultivos llegaron entonces a una región con presencia de las guerrillas del EPL, ELN y las FARC. Para ese momento, el proyecto de reactivar el EPL en varias regiones del país, como el eje cafetero, Antioquia, Guajira y Santander, había fracasado. Entre otros por los golpes contundentes que la fuerza pública les propinó. Es decir lo único que quedaba de esta guerrilla era el frente Libardo Mora Toro, ubicado en esta región del Catatumbo, que lo había visto nacer y en donde “Megateo” era amo y señor.
A estas alturas las guerrillas entendieron que no era necesario impedir el ingreso de los cultivos a la región. Estaba comprobado que no podían controlarlo. Además al fin de cuentas este era un negocio que de cualquier forma les llegaba como anillo al dedo. Aquí no es posible vivir de la extorsión o el secuestro.
Las relaciones de las guerrillas con los cultivadores de hoja de coca han sido históricas, arraigadas en una simbiosis de intereses económicos y políticos, que datan de la década del ochenta, inicialmente en el sur del país. Así mismo con sectores narcos. Estos últimos les ha permitido en muchos momentos, fortalecerse logísticamente.
Los guerrilleros del EPL, fueron derrotados en otras regiones del país menos aquí. Después de más de treinta años de presencia permanente, debe haberles servido para consolidar una base social suficiente para resistir las grandes operaciones militares que se han desarrollado en su contra, las diversas operaciones de infiltración, la inteligencia electrónica y la sistemática propaganda gubernamental, todas sin ningún éxito, hasta ahora. A pesar, según fuentes oficiales, que conocen al detalle sus zonas de influencia, su estructura interna y sus comandantes.
Si bien es cierto son una guerrilla pequeña, de carácter regional, con poca formación política, que han asumido de manera equivocada la dependencia de la coca para sostenerse, como muchos otros incluyendo algunos sectores del establecimiento, han asumido con franqueza, como pocos, que lo hacen. Pero además hay que reconocerles, y esto es lo importante, que vienen pidiendo pista para acabar con esto.
Es poco creíble que este grupo armado ilegal, se sostenga en la región por tantos años a punta de intimidar a los campesinos, repartiendo dinero a raudales, corrompiendo a la fuerza pública o montando una guarida. Es comprensible que en el marco de la confrontación la fuerza pública, utilice distintos formas para lograr un desgaste y desmoralizar a su contrincante. Pero hoy atravesamos una coyuntura histórica que busca crear los escenarios y los espacios, juntar las voluntades para finalizar el conflicto armado. Este debe ser el mayor objetivo.
Dos meses antes cerca de cincuenta guerrilleros, aprovechando la oscuridad de la noche abandonaron el campamento en donde se encontraban establecidos en el corregimiento de Campo Giles, municipio de Tibú, dejando una carta a sus compañeros de lucha, en el que manifestaban no querer perjudicarlos, pero habían tomado la decisión de continuar la lucha armada al no estar de acuerdo con el proceso de negociación que se adelantaba con el gobierno nacional.
Este hecho marcaría definitivamente la vida de Víctor Ramón Navarro Serrano “Megateo”, que a la fecha debía tener 15 años, por quien en la actualidad el gobierno de los Estados Unidos ofrece cinco millones de dólares y el gobierno colombiano dos mil millones de pesos, pero que ya conocía no solo las organizaciones guerrilleras que operaban en el municipio de San Calixto, su tierra natal, sino los vericuetos de la guerra.
Allí precisamente fue donde a principios de los años ochenta, surgió el EPL, al crear la primera guerrilla local. Una región compuesta por los municipios de Ocaña, Hacarí y San Calixto. Una tierra hermosa de gente buena y trabajadora, que no ha dejado de sufrir las consecuencias del conflicto armado y el abandono gubernamental.
Municipios que junto a El Tarra y La Playa, siguen siendo los sitios predilectos y la retaguardia estratégica del EPL y de Megateo. Pero que desde la época del surgimiento de esta guerrilla hasta el presente, las cosas han cambiado poco.
Los niveles de pobreza continúan en aumento (80 y 90%). Gran parte del sector rural sigue sin energía eléctrica. La mayoría de las escuelas se encuentran en mal estado. Su red vial, no solo se encuentra deteriorada sino en pésimas condiciones y en algunas ocasiones la comunidad debe cobrar el escaso tránsito vehicular por allí para realizar su mantenimiento. La cobertura rural de acueducto se encuentra entre el 21 y el 24% y el alcantarillado entre el 3 y el 7%. El déficit de vivienda rural de San Calixto, Hacarí y La Playa se encuentra entre el 78 y el 95% y las tasas de analfabetismo rondan el 37%.
Esta es la subregión occidental del departamento Norte de Santander, cuyos habitantes le han dedicado toda su vida a trabajar la tierra, en las peores condiciones. Sacan yuca, café y fríjol principalmente, en tierra de nadie. Sin la presencia del estado y con el acoso de todo tipo de violencia: la del 48, la de las guerrillas modernas, los paramilitares y las grandes operaciones militares de la fuerza pública.
Los cultivos de hoja de coca llegaron aquí recientemente, más que todo producto del efecto “globo”; denominación empleada para comprobar el fracaso de la estrategia de las fumigaciones con glifosato, para este caso en el municipio de Tibú, antigua zona cocalera cuyo epicentro era el corregimiento de La Gabarra.
Esta estrategia además de costosa, riesgosa y ambientalmente negativa, elimina los cultivos ilícitos y también los de pan coger, pero que al no tratarse el problema de manera integral, estos se trasladan a nuevas áreas en donde tradicionalmente no existían y así sucesivamente el ciclo se repite
Esta, a diferencia de otras regiones, no es una zona colonizada por personas atraídas por la coca. Al contrario, sus habitantes han estado aquí por generaciones, tratando de sacar adelante sus proyectos de vida, a través de los que siempre han hecho: cultivar la tierra. Son familias ancestrales, pobres desde que nacieron, han pedido en decenas de ocasiones al gobierno nacional alternativas para dejar de cultivar, pues ellos saben muy bien que son la cadena más débil del circuito, que no van a salir de pobres y que son los que llevan la peor parte.
A partir del año 2000, las operaciones de erradicación forzada a través de la fumigación con glifosato adelantadas por la Policía Nacional en el alto Catatumbo, la desmovilización de las AUC, los planes de sustitución de cultivos, la judicialización a los cultivadores y las operaciones policiales y militares adelantadas contra el narcotráfico en la región, bajaron ostensiblemente las áreas de cultivo en este municipio, pero también lograron que estos se trasladaran a nuevas zonas como los municipios de la provincia de Ocaña.
Los cultivos llegaron entonces a una región con presencia de las guerrillas del EPL, ELN y las FARC. Para ese momento, el proyecto de reactivar el EPL en varias regiones del país, como el eje cafetero, Antioquia, Guajira y Santander, había fracasado. Entre otros por los golpes contundentes que la fuerza pública les propinó. Es decir lo único que quedaba de esta guerrilla era el frente Libardo Mora Toro, ubicado en esta región del Catatumbo, que lo había visto nacer y en donde “Megateo” era amo y señor.
A estas alturas las guerrillas entendieron que no era necesario impedir el ingreso de los cultivos a la región. Estaba comprobado que no podían controlarlo. Además al fin de cuentas este era un negocio que de cualquier forma les llegaba como anillo al dedo. Aquí no es posible vivir de la extorsión o el secuestro.
Las relaciones de las guerrillas con los cultivadores de hoja de coca han sido históricas, arraigadas en una simbiosis de intereses económicos y políticos, que datan de la década del ochenta, inicialmente en el sur del país. Así mismo con sectores narcos. Estos últimos les ha permitido en muchos momentos, fortalecerse logísticamente.
Los guerrilleros del EPL, fueron derrotados en otras regiones del país menos aquí. Después de más de treinta años de presencia permanente, debe haberles servido para consolidar una base social suficiente para resistir las grandes operaciones militares que se han desarrollado en su contra, las diversas operaciones de infiltración, la inteligencia electrónica y la sistemática propaganda gubernamental, todas sin ningún éxito, hasta ahora. A pesar, según fuentes oficiales, que conocen al detalle sus zonas de influencia, su estructura interna y sus comandantes.
Si bien es cierto son una guerrilla pequeña, de carácter regional, con poca formación política, que han asumido de manera equivocada la dependencia de la coca para sostenerse, como muchos otros incluyendo algunos sectores del establecimiento, han asumido con franqueza, como pocos, que lo hacen. Pero además hay que reconocerles, y esto es lo importante, que vienen pidiendo pista para acabar con esto.
Es poco creíble que este grupo armado ilegal, se sostenga en la región por tantos años a punta de intimidar a los campesinos, repartiendo dinero a raudales, corrompiendo a la fuerza pública o montando una guarida. Es comprensible que en el marco de la confrontación la fuerza pública, utilice distintos formas para lograr un desgaste y desmoralizar a su contrincante. Pero hoy atravesamos una coyuntura histórica que busca crear los escenarios y los espacios, juntar las voluntades para finalizar el conflicto armado. Este debe ser el mayor objetivo.